101 consejos para los mal amados: #03 (Cita XXV)
Más despecho, y menos depresión. A menudo se confunde la
definición de ambas como una misma cosa, pero hay delicadas diferencias,
sutiles causas, y consecuencias específicas que las separan.
El despecho surge como resultado de un quiebre anunciado.
Furia que late, y sangre que hierve. Un buen despecho es el desahogo definitivo
de quienes han sufrido por la razón correcta, frente a tantas circunstancias
equivocadas.
La depresión es un lento devenir hacia la sombra oscura y
silenciosa del hastío. Duelo sin plañideras, y melancolía sin poemas. Una mala
depresión es el último suspiro de quien ha encontrado razones equivocadas en
las circunstancias correctas.
El despecho estalla, y la depresión contiene. La tensa
cuerda entre caos y vacío se sostiene gracias a la anhedonia. Para alcanzar el
no-sentir iluminado y verdadero, hace falta desgarrarse sin miedo al dolor. Es
ahí donde el despecho encuentra su utilidad, en el ímpetu que suspende las
defensas más inmediatas y no teme el futuro. Un abocarse al dolor con todo el
llanto y la bulla, con toda su honesta voluntad de hacer el ridículo. En cambio
los deprimidos esperan, y esperan, y esperan… pero su dolor cada vez se vuelve
más hondo e inaprehensible. Su falta de resolución escapa de su propia y penosa
comprensión. La depresión mata el tiempo, y lo transforma en ciclos de retorno.
Finalmente es una evasión que preserva el dolor para no dejarlo ir.
Más despecho, y menos depresión. A cada dolor su llanto. A
cada víctima su crimen. Por cada corazón roto, la cabeza decapitada de un
culpable. Ama, mata y luego abandónate a tu sufrimiento sin callarlo… Y un buen
día tu sufrimiento te habrá abandonado a ti, sin anunciarlo.
Pero la memoria del dolor permanece, y esto es saludable. La
memoria del dolor es tu infierno más valioso, y tu paraíso más secreto.
Guillermo López Meza.
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