Sin Título XLI

Pastillas para la gripe, para la garganta, para la depresión, para la migraña, para la gastritis, para la insulina, para la sangre, para olvidar, para perpetuar el entumecimiento. Programar alarmas interminables para mantenerse al día con el horario, para balancear las dosis de aturdimiento de modo que el cuerpo no colapse. Detener la sirena una y otra vez, entre el sueño, entre la confusión, entre la reticencia de empezar de nuevo, detener tres veces más, cinco, diez veces, trece, unas cuantas más para alargar el letargo, que no llegue, que no llegue la hora. Cinco minutos más, por favor. Interrumpir la cadencia. Olvidar a propósito. Lamentarse con conciencia de la infracción hacia uno mismo, que es casi una flaqueza, que es casi un pecado. Luego el reclamo, el golpe, el vapuleo. Luego el gemido, el sollozo abierto, destrozado, con la boca abierta y los ojos cerrados. Cerrar los puños al observar el reflejo, abstenerse del colapso verdadero. Huir del remedio como única manera de supervivencia. Disfrutar del sopor como única forma de escapar de la destrucción.

Comentarios

Entradas populares