Fonología
Después
de tantas noches abstraída
en la
mortificante disección de tus alas,
en la minuciosa
exploración de cada vena,
de todo segmento desdoblado
en la
multiplicidad de nerviosidades;
se develó
ante mis ojos la naturaleza
de tu
cuerpo membranoso
que
insistía en imponer –se,
su presencia
en mis
recuerdos.
Fuiste
mariposa durante largo tiempo,
hasta que
una metamorfosis fantástica reveló tu nueva figura
ante mí,
ante la
percepción traslúcida de la memoria.
Ahí, la
excitación punzante del pinchazo revertido.
La caída
del velo; el retorno al punto de partida.
Ahí, lo
supe.
Siempre supe
cómo derramar el veneno y encajar el aguijón
un poco
más,
hacia
adentro,
en la
llaga.
Derramo
el veneno sobre la llaga
y vuelvo
al nombre.
Vuelvo a
la herida inefable.
Regreso a
la evidencia certera de la punción.
Jamás sé
nada con certeza
pero sigo
las estelas dibujadas del aleteo,
aunque no
me lleven al origen,
al
zzzzzzzumbido agudizado y sordo
del
olvido.
Sigo
disecando,
digo,
diseccionando
mis alas.
Descubrí
que las laceraciones tardan en sanar
y que,
aunque sigues siendo avispa
no es tu
nombre el que lleva el aguijón,
sino tu
voz.
Siempre
vuelvo.
Sigo
volviendo al sonido,
a los
orígenes del nombre.
Ya no sé
si esta turbación de la carne
o de los
sesos
fue
zumbido o aguijonazo.
No estoy
segura de nada,
pero al
menos sé que nunca,
nunca fuiste
mariposa.
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